Es cierto. El buceo autónomo, el pasearse por los fondos marinos sin
        depender del aire de la superficie, nos ofrece una sensación maravillosa. Para quienes
        nos iniciamos en el mundo del buceo equipados solo con un mínimo equipo, la posibilidad
        de sumergirnos durante un tiempo que entonces parecía ilimitado, se convertía en nuestra
        máxima aspiración. Soñábamos con prolongar nuestras zambullidas más allá de la
        tiranía de la necesidad de respirar. 
        Y la
        realidad no nos defraudó. Una botella y un regulador nos dieron acceso a un mundo que
        solo habíamos rozado hasta entonces. Y una cosa lleva a la otra. Ese tipo de buceo exige
        más material: Un traje que nos proteja del frío, mucho más intenso en las
        profundidades. Equipos de control que nos permitan un seguro retorno a la superficie.
        Primero un profundímetro. ¡de burbuja de aire!, luego de aceite, y al final un
        ordenador, con más información de la que sinceramente, se puede muchas veces digerir. El
        afán de mostrar a los demás lo que considerábamos nuestro descubrimiento casi nos
        obligó a hacernos con una cámara submarina. Primero de fotos, luego tal vez de vídeo,
        con toda su cohorte de baterías, focos y flases. Y no me olvido de chalecos, boyas,
        cuchillos, tablillas, cuadernos... 
        Pero las
        horas pasadas con aquellas gafas, aletas y tubo no se olvidan así como así. Es fácil
        volver a sentir la magia de aquel descubrimiento, y hasta sorprenderse del peso de la
        dictadura del material. Resulta sencillo el meter en una pequeña bolsa ese mínimo equipo
        y acercarse sin prisas ni agobios a ese rincón que sabemos no nos defraudará. Tal vez
        nuestra forma no sea la misma, pero seguro que la vieja sensación no tarda en aparecer. 
        
          
             
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            Si quien está leyendo estas líneas es un buceador que entró al mundo del
            buceo directamente a través de un curso de escafandrismo, puede que todo lo expuesto
            hasta el momento no le diga nada. Tal vez esté pensando en lo absurdo de limitar su paseo
            por los fondos marinos a unos pocos metros y unos miserables segundos. Solo puedo decirle
            que el buceo a pulmón es una fantástica escuela de acuaticidad y que si el sitio es
            propicio, dudo mucho que se arrepienta de tan escasa inversión. 
            Si
            nuestro lector es novato total en estos temas y se ha acercado hasta aquí para
            informarse, mi más sincera recomendación es que antes de iniciar un curso de buceo,
            pruebe a sumergirse utilizando solo ese sencillo material y su propia capacidad. Si tiene
            dudas acerca de que material necesita, o que conocimientos mínimos va a necesitar para
            desenvolverse con seguridad y un mínimo de soltura, que no se preocupe. Nos lo puedes
            preguntar cuando quieras, puedes también buscarlo en estas mismas páginas o encontrarlo
            en alguno de los enlaces que te proponemos.  
            Se necesita realmente muy poco para disfrutar del buceo.  | 
           
         
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